Vistas de página en total

martes, 29 de diciembre de 2015

Simbolismos navideños 3: Calcetines

Ante todo dsiculparme por el restraso en felicitaros las fiestas y es que este año el Espíritu de la Navidad Presente anda un poco fané y descangallado. Melancóloco, apático, hierático, herrático y lunático. Vamos: hecho unos zorros y le está costando sobrevivir, yo creo que es falta de morcillas y tocino, o de bocadillos de calamares de la Plaza Mayor, pero bueno, con más o menos trabajo sobrevivirá.
Retomo lo que empezamos el año pasado de echar un ojo a los objetos más usados como repressentación de nuestra Navidad en un sentido más simbólico: 


La larga y complicada elaboración de la actual figura de Papá Noel o Santa Claus es un camino complejo y, sinceramente creo, que controvertido, interesado y poco convincente en demasiadas ocasiones. Así que no voy a entrar en semejante avispero; sin embargo, a lo largo de de ese camino nuestro barbudo Pulgarcito fue dejando miguitas simbólicas, o no tanto, en forma de diversos elementos que han ido conformando nuestra iconografía navideña. Si se me permite: nuestra imaginería ensoñada en la infancia, y esto es tan universal como el hemisferio occidental.
Una de esas miguitas ha tomado la forma de calcetines. Cierto que no es parte de nuestra tradición católica de las celebraciones navideñas, pero la actual globalización cultural (o cocacolonización) ese matiz resulta irrelevante. Bien, el ritual de los calcetines, ahora grandes y de colores llamativos, es colocarlos sobre la chimenea esperando que amanecer la mañana de Navidad llenos de regalos –creo que básicamente golosinas- . Hoy a menudo ha quedado reducido a elementos decorativos pero siguen configurando la imagen de la Navidad como tantos otros elementos.
A pesar de no pertenecer a los usos católicos hemos de remontarnos a los primeros siglos del cristianismo para encontrar los orígenes de esta tradición. Concretamente al S. III, a Licia, en el Asia Menor, donde nació S. Nicolás que llegó a ser obispo tan pronto que le conocieron sus contemporáneos como “el obispo niño”. Llegó a ser arzobispo de Myra en torno a 350, participante en el Concilio de Nicea (325) –uno de los más importantes de los primeros tiempos del cristianismo-. Murió aproximadamente entre 342 y 343. Ya en vida se le conocía como protector de los niños por la atención que les prestaba de la que nos han llegado algunos ejemplos, uno de ellos será el origen del tema que nos ocupa.
Centrémonos en él. Como veremos habría que enmarcarlo en tradiciones culturales mucho más antiguas y amplias pero no es este el momento pues nos llevaría demasiado lejos. En la ciudad natal de Nicolás había una poderosa familia que, poco a poco, se había venido abajo y vivía en la más absoluta ruina, lo más lamentable es que parte de esta familia eran tres hermanas muy jovencitas pero ya en edad de ir buscando marido aunque sin dote era una labor imposible. La familia se moría de hambre así que no quedaba más remedio que vender a las muchachas –no queda claro en los textos manejados, si como criadas, esclavas o prostitutas, nada bueno para ellas en cualquier caso-. Resignadas, las chicas ya se estaban preparando para afrontar su destino con el mejor aspecto posible -¿coquetería femenina o buscar mayor precio?- lavaron sus mejores galas y pusieron a secar sus medias a secar junto a la chimenea. La preocupación del arzobispo por los niños le había llevado a interesarse por la situación de esta familia y su delicadeza le impedía intervenir directamente en modo que pudiera interpretarse como ostentación de limosna, así que con toda discreción se acercó a una de las ventanas y desde allí arrojó tres bolsas con monedas de oro que, casual  o milagrosamente, cayeron dentro de las medias. Desde entonces se colocan los calcetines o medias junto a la chimenea esperando los regalos de San Nicolás.
Existe otra versión en la que en lugar de bolsas de monedas el arzobispo arrojó tres manzanas de oro, origen de las bolas doradas que colgamos de nuestros árboles de Navidad.
Hay en esta leyenda o tradición algunos elementos de lo que antes llamé algo así como una “tradición mayor”. Empezaremos por las tres hijas, o las tres hermanas. En una inmensa cantidad de los cuentos más antiguos de Europa e incluso del universo preislámico en que tres son los hermanos o hermanas protagonistas, generalmente príncipes y princesas. Olvidemos ahora las mucho menos frecuentes historias de príncipes y miremos qué sentido tiene ese grupo de tres princesas –de las cuales la protagonista suele ser la más joven- , que ha dado lugar hasta al viejo cuento chascarrillo:
Este era un rey
Que tenía tres hijas
Las metió entre botijas
Y las puso a vender
¿Quieres que te lo cuente otra vez?
Si abrimos un poco la mente nos encontramos con todo un mundo de tríadas femeninas y, en suma, con la Triple Diosa Primigenia. Su añadimos esa otra versión en que las monedas no son tales sino manzanas de oro, nos precipitamos inevitablemente con las manzanas del jardín de las Hespérides. Uniendo ambas cosas y sin que tenga que ver con el cristianismo llegamos a un mito básico en Occidente, mucho más de lo que podamos pensar en un primer momento: el juicio de Paris. ¿A dónde voy a parar? Simplemente a que en medio de las tradiciones más aparentemente cristianas asoman, más o menos enmascaradas, huellas vivas de los mitos paganos.
Un detalle más antes de acabar. Si Santa o Papá Noel usa los calcetines para dejar los regalos, nuestros Reyes Magos usan los zapatos. En el fondo es la misma función en diferente objeto. Me arriesgo al destacar un perfume extremo oriental al conceder tanta importancia al pie y sus fundas, pero no quiero dejar de hacerlo.

2 comentarios:

  1. No había caido yo en cuanto fetichismo del pié hay en las tradiciones navideñas. Espero que te llenen el calcetín y el zapato con tus mas dulces deseos.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias, pero sólo espero y deseo salud física y mental, esta depre me está resultando más dura de lo que pensaba.
    NO diría yo fetichismo,precisamente,piensa que el calzado tanto en la fría Europa de la Edad Media como en el abrasador desierto arábigo es lo más importante para la supervivencia. Digo yo que por ahí irán las cosas.
    Un abrazo y gracias por tu fidelidad lectora y comentadora.

    ResponderEliminar