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domingo, 14 de enero de 2018

LADY SOPHIE O NOCHE DE REYES 4


            No sólo el árbol ha dejado de sonar sino que ha desaparecido cualquier atisbo de magia, eso no ocurre nunca y menos en estos días más cortos. Corre a la ventana y se le ponen los pelos –todos- de punta. Efectivamente, el suelo y los árboles, los de verdad, están blancos pero los gruesos copos siguen cayendo, exactamente eso “siguen cayendo” sin acabar de hacerlo. Han quedado suspendidos en el aire. Empuja con fuerza el árbol falso pero por más sacudidas que le dé no suena ni un cascabel. Se encaja las gafas intentando no perder la compostura ni la sensatez que la caracterizan, que por lo menos alguien lo haga pues todos están a punto de volverse más locos, si ello fuera posible. La bailarina de la pierna en alto amenaza con desmayarse y sólo espera para hacerlo que haya alguien cerca para recogerla y no caer en una posición poco decorosa. El Lord cazador no está en su etiqueta y sus sabuesos se apiñan temblorosos igual que la colección de búhos.

- Hay que hablar con el Sr. Thomas, vamos, Lazoconpatas.

- Hasta aquí hemos llegado –se le planta haciéndole frente-¿Crees que me gusta el ridículo lacito? Pues no; y ya estoy harto de cómo me tratas por doblarme el tamaño. Pequeño pero no tonto “Lady Sophie”. Harto estoy de ti y de tu alcurnia que yo también tengo mi pedigree y tú… Tú parece que has descubierto algo “hay que hablar con el Sr. Thomas”  -ese “y tú” que ha quedado en el aire iba a preceder a una ofensa, tanto más cuanto no hubiera sido falsa, del todo; al final Golfo va a ser un caballero; sí es posible que ella le machacara en una pelea pero no se iba a ir de rositas- Pues que sepas que el Sr. Thomas está neutralizado: se le han indigestado las Obras Completas de Henry James, en inglés.

-Of course -¿y a quién no?

-Eres lo único vivo que tiene radar para estas cosas. Los perros nos hemos ocupado demasiado de los humanos y las hemos ido olvidando.

-Ejem, Golfo ¿Te gustaría que se rompiera el lazo? –discreta, muestra las uñas que no tendrían problema en cortarlo.

-A mí sí, pero a la humana bajita de las trenzas, no. Así que vamos a dejarlo. ¿No te parece que, ahora mismo tenemos problemas más importantes que mi lazo? Además ya no debe faltar mucho para… Oh no. Creo que hoy es la noche.

            Hay que ver lo que puede correr con esas patitas tan cortas. Le sigue hasta el alfeizar y ahí está el cortejo de camellos y destellos completamente parado, como los copos.

-¿Qué dice tu radar mágico, Sofía?

-Que casi no hay magia. Nunca he sentido esta casa tan seca.

            Sobre la alfombra, de uno de los libros de cuentos que han quedado abiertos se suelta, como una hoja en otoño, un hada de las de cucurucho en la cabeza y varita con estrella en la punta, que ahora, Lady Sophie, ya no sabe si  es mágica o no. Revolotea en torno a ellos extendiendo sus alas de mariposa –el instinto más básico de un felino, después de rasgar cortinas, es el de cazar mariposas, así podemos imaginar los esfuerzos de Lady Sophie para no hacerlo- . Por fin se queda aleteando pero quieta, como un colibrí, y con voz firme pero suave:

-No, Sofia. Te equivocas. Lo que pasa es que es la Vieja Magia, muy anterior a que tu especie llegara a Europa.

-Siglo II –puntualiza Golfo.

-Sí, pero la Buena Vieja Magia murió o poco menos cuando talaron nuestros robledales. Así la Maligna Vieja Magia no tenia rival aunque quedara débil. Hoy algo ha pasado, ha atacado y se ha encontrado con la Nueva Magia. Se han equilibrado, anulándose la una a la otra. Tenéis que qué saber que ha pasado y arreglarlo o la vida será sólo química, sin ilusión por nada ni por nadie. Será sequedad y la certeza de que no vale la pena vivirla. Sabemos que ha sido aquí por que aquí ve

            El hada como una hoja muerta de otoño cae muerta. Viven poco las hadas y ésta vuelve  a ser un bello dibujo en un cuento ilustrado.

-Cinderella –lee Golfo.

-Creo que–reconoce, humilde a la fuerza- esto está fuera de mi alcance.

-Pues algo hay que hacer, mira.

            Las piezas del ajedrez luchan a navajazos en cruento combate. Los gallos de pelea de porcelana de la Granja se están destrozando, dispuestos a matarse, la bailarina por fin se ha desmayado sin esperar al galán que la cogiera, aun así ha caído con mucho estilo, reconoce Lady Sophie, y los bailarines enamorados han sido decapitados y sus cabezas ruedan a sus pies.

-Céntrate, Sofía. Nosotros los perros siempre hemos estado más cerca de la magia humana, que ahora no parece servir de nada, pero los gatos siempre estáis a medio camino de todo. Del sueño, de las diversas magias, entre la mascota que arrulla y el tigre que asesina, e incluso cosas más serias. Detesto decirlo pero de los pocos que quedamos con la cabeza más o menos en su sitio –de reojo ve como la colección de soldaditos de plomo lucha para sujetar a un guardia real inglés empeñado en arrojarse a las ascuas –tú eres la única que estás en tu elemento precisamente por qué no tienes elemento.

-Suena a grosería pero tiene su lógica, perruna, pero lógica. Déjame ver.

            Lady Sophie sube hasta lo más alto que es una repisa con carísimas reproducciones de obras clásicas. Un busto de Atenea renegando en griego antiguo algo sobre un cuervo y un hombre que, parece ser, empinaba demasiado el codo. Las Gracias de un tal Canova no dejan de decirle cosas muy, pero que muy subidas de tono, al musculoso David que ya no sabe cómo ni  qué taparse. Las Gracias se interrumpen unas a otras entre chilliditos picantes, por no pasar a palabras mayores. “A la porra” piensa no muy elegantemente y de un zarpazo en absoluto delicado las tira de la repisa. Qué alivio. Una voz que le pone el corazón en la garganta como algún galán de otros tiempos, profunda y casi perfecta.

-Grazie tante bellísima Lady Sphie –ya, los italianos como siempre irresistiblemente seductores, como si no supiera todo el mundo lo suyo.

-Céntrate –oye desde muy abajo a Golfo que la ve perdida en las formas del David.

            No es fácil, pues el Pensador no deja de susurrar “yunque de platero, tas. Nombre de mujer de tres letras, Ana o Eva, pongo la A que…” Un runrún que casi adormece. Cierra los ojos y deja que sea su akásika naturaleza felina y depredadora quien tome el mando. Algo no va bien –“la presa”, dice el instinto, “que te calles”, contesta-, algo no está en su sitio y eso altera todo. Lady Sophie recupera su habitual elegante compostura –todavía con imágenes de los tiempos en que los felinos gobernaban la tierra y eran venerados como dioses- y desciende por su medio predilecto: rasgando la cortina de arriba abajo.

-Esto: algo no está en su sitio, vale, pero ¿qué? –dice Golfo enfurecido con uno de sus saltitos a cuatro patas.

-¿No será asunto humano? Ya sabes que estos días están todos idos.

-Sí, un poco más idos. Teniendo en cuenta que ellos nunca ponen nada en su sitio, tiene que ser algo muy, pero que muy importante –en una lámina el caballo patea a Napoleón cruzando los Alpes “hasta las crines me tienes” le dice mientras intenta machacarle el cráneo, desde luego la cosa es grave- y no muy grande, todo lo contrario o se habrían dado cuenta antes de irse a dormir precisamente esta noche. A veces son muy listos.

-Pues nadie lo diría..

-Te llevas cada sorpresa con ellos, sobre todo con sus cachorros ¡Por todos los huesos que no enterré! ¿sabes si los cachorros, digo, niños, han estado trasteando por aquí cerca?

-No lo sé pues tengo por norma esconderme lo más lejos posible cuando andan cerca.

-Venga, corre. Tenemos que ir al pueblecito, es lo que más les gusta toquetear.

            Sinuosa y agazapada, alertada por la ausencia casi absoluta de magia, o la presencia de otra desconocida que, parece, es muy delicada, avanza como si fuera de caza; Golfo con sus mini-patas movidas a la velocidad del sonido o poco menos casi le adelanta esquivando cualquier obstáculo tan hábilmente como ella con otro estilo menos sofisticado, pero nadie espera que un perro sea sofisticado, salvo los ingleses, of course. Es ágil el chucho y de un par de brincos se aposta sobre el respaldo de una butaca.

-No se puede ver.

-¿Qué es lo que no se puede ver?

-Allá, en la esquina del fondo del pueblecito debe haber un bebé, la figurita de un bebé.

-¿Cómo los que nos pillan la cola con la cuna?

-Sí, pero sin cuna. Si los cachorros humanos han estado por aquí puede haber pasado cualquier cosa.

-Sí, son una catástrofe natural.

-A ver, Sofi: es necesario que la figurita esté ahí, para ellos es muy importante -¿Cómo qué Sofi? Reconoce que no es el momento pero no piensa tolerar esas confianzas-.Tenemos que ir a comprobarlo. Se coge el camino de serrín y se llega directamente. No tiene pérdida.

-¿Pero como? Cumpliendo con mi deber de gata doméstica, ejem, estuve en medio cuando lo montaron y está todo en el aire, apenas apoya en un par de sitios. Si no se cae de… milagro –eso suena especialmente raro en esta atomósfera-. No soportaría el peso de nadie -¿o sí?-. Vuelvo enseguida.

            Corre hasta la grieta de la Sra. Rat, que está haciendo ganchillo a la puerta para relajarse y la pone al tanto de la situación. La ratona duda pero cuando ve al teléfono en animada charla con el picaporte, deja de hacerlo pensando que la desagradable voz de timbre del teléfono acabará por despertar a sus crías. Se coloca la cofia victoriana de tradición inmemorial en la familia ratonil y se lanza como un relámpago blanco y rosa hacia el puesto de vigilancia de Golfo.

-Yo que si aguantará el peso de la Sra. Rat.

-Perdone Lady Sophie: ¿está usted chiflada o qué?, ¿Se imagina como quedaría el camino de serrín después? Si los humanos descubren que vivimos aquí me puedo dar por muerta.

-Con todas las huellas de sus patitas –concluye Golfo-. No deberían saber que hemos rondado por ahí. Eh, a mí no me mires: soy un cepillo con patas, no es que dejara huellas, es que me llevo el camino puesto. Me temo, y bien que lo siento, que tendremos que confiar en ti.

-Pero peso mucho más que vosotros –razona desoyendo la grosería del chucho.

-Cierto a medias –contesta Golfo- Te he visto correr por la cuerda del tendedero cuando estaba a punto de romperse. Es un don gatesco, pasáis de que nos e os pueda mover ni con grúa –tendrá que preguntarle que es eso de “grúa” pero sigue sin ser el momento- a la ligereza más elegante –ha dicho “elegante” como si le doliera.

-Las huellas serán más grandes.

-¿Con esas almohadillas? Vamos, vamos Lady Sophie. ¡Ha pasado entre ms ciento cincuenta hijos sin tocar a ninguno.

-Eso también, eres escurridiza y sinuosa. Puedes sortear cualquier obstáculo; y no lo digo como elogio. Sólo te temo en los saltos, ahí sí que puedes dejar huellas.

-Y tirar todo el montaje –remata la Sra. Rat.

-O eso o, ya lo has oído, vivir sin magia y sin ilusión. Sofia, no sé si a eso se le podría llamar vivir.

-Bueno, al fin y al cabo corre por mis venas sangre de guerreros.

-Mas bien de saltimbanquis –reniega Golfo por lo bajo.
-Casi mejor. ¿No? –responde, práctica la ratona

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